- ¿Si tuvieras tanto tiempo como yo en
ese reloj qué harías con él?
- Dejaría de mirarlo.
- Dejaría de mirarlo.
En el ocaso de las infinidades de críticas que puede despertar In Time (una crítica al sistema capitalista, al funcionamiento de una sociedad sin intervención estatal bajo las reglas del libre mercado, la crudeza de mostrar la inmediata relación de la mortalidad con el sistema, etcétera), estimuló mi entera curiosidad el rompimiento netamente metafórico. Es en este espacio audiovisual donde Andrew Niccol nos remite a una sociedad futurista (¿Qué tan futurista?) donde el tiempo se ha convertido en la nueva moneda. Y es en este mismo provocador juego de metáforas donde aparece un lúcido y audaz retrato de la disciplina cultural en una expresión clara y concisa (“disciplina” no en términos estrictamente foucaulteanos). Los ciudadanos corren para no “desperdiciar” el tiempo, porque el tiempo vale oro. Es decir, la concepción de un determinado sistema estructural ha penetrado en sus cuerpos.
El film hace referencia constante a un sistema que ha prevalecido y consigue un predominio contemporáneo aunque pueda “evolucionar” y disfrazarse bajo distintas mantas morfológicas: el sistema capitalista. Pero es una crítica estéticamente brillante que rompe con el mito (hasta ingenuo….pero no inocente) del capitalismo como un puro sistema económico. El mensaje de In Time que se pretende demostrar es que la dominación económica siempre es posible porque existe una dominación cultural. Es decir, Will Salas no sabe por qué tiene que sobrevivir, pero sí sabe cómo: correr. Ese paso acelerado, esa masa sinfónica representa la impregnación de un sistema-cultura. Si el régimen existe es debido a que los ciudadanos están en un constante movimiento para la capitalización de su accionar, la maximización de la productividad; si no trabajas no eres productivo, si no eres productivo no obtienes tiempo, si no obtienes tiempo: mueres. Un sistema que ha tomado a los individuos como propiedades y que se deshace de aquellos en base a sus condiciones útiles (un detalle manifestado de manera continua en la película). Son cuerpos moldeados en una relación de docilidad-utilidad.
Andrew, hábilmente nos muestra un “producto terminado” en la pelea por la formación de un ser cultural, un rol incesante de distintos dispositivos culturales –“aparatos de hegemonía” en términos gramscianos, como lo son el aparato educativo, los medios masivos de comunicación: radio, cine, televisión, internet, entre otros- en un intento de traspaso de una ideología determinada en cultura, un constante intento en la formación, conquista y construcción de la subjetividad de los individuos. Un poder hegemónico que determine las prácticas sociales, que regule las manifestaciones: “generalmente no te levantas tarde”, mirar el reloj a cada instante, porque la cultura también es la naturalización de las prácticas socialmente construidas. No es inocente por parte de Niccol poner en voz del personaje principal -en su encuentro con el sujeto que luego le cederá su tiempo- que lo hizo “tomar conciencia”. Porque las bases de un sistema capitalista parten de una penetración cultural, entra en juego una retroalimentación y una dialéctica que asumen al hombre como lo que construye a la cultura, o la cultura como aquella que construye al hombre, la cultura entendida en parámetros de Antonio Gramsci como organización, disciplina del Yo interior, apoderamiento de la personalidad propia, conquista de superior conciencia por la cual se llega a comprender el valor histórico que uno tiene, su función en la vida, sus derechos y sus deberes [i]. Un sistema de concepciones expresadas en formas simbólicas por medio de las cuales la gente se comunica, perpetúa y desarrolla su conocimiento sobre las actitudes hacia la vida[ii]. Es una noción de codificación cultural, un interpretar y actuar bajo los estándares socialmente constituidos, y sobre todo, socialmente -o institucionalmente- valorados. Porque su correr “es un hábito muy difícil de cambiar” dijo el guardián del tiempo.
La significación social de un correr que se ha vuelto parte de su vivir (literalmente), ese correr que significa un marco de inteligibilidad propia, una concepción del mundo. Una hegemonía cultural que ha permitido la legitimación de la fórmula tiempo=dinero=vida. Una dominación simbólica-cultural, que se traduce a una dominación económica, social, política, ideológica, etc. Un sistema-cultura que ha introducido un reloj biológico en el interior de todos que permite una autodisciplina, un gobierno de sí, porque no necesitan de fuerza coercitiva alguna, ellos “funcionan solos”. En In Time se expresa visiblemente el control corporal pero también se parte de la “necesidad” del sistema de una constante dominación abominable, una gobernabilidad del alma, que se apodera del individuo, que le dice cómo actuar, pensar y sentir, cuáles son sus mayores anhelos (“Sólo quiero despertar con más tiempo en mis manos que horas del día”), bajo qué matriz de pensamiento asimilarse, sus esquemas de referencia, y forjando así una simetría entre los intentos de los individuos de hacer una vida provechosa para sí mismos, y los valores políticos de consumo, beneficio, eficiencia y orden social[iii], una construcción de un horizonte a futuro de una universalidad social determinada. Hegemonía como cosmovisión general, como construcción de un consenso bajo el orden que impone un grupo. Construir la voluntad general en base a una voluntad particular (Aquellos personajes que se alojaban en un lugar remoto donde se debían traspasar varias zonas horarias para acudir).
Percatamos en este retrato de materialización cultural que nos enseña el director, productor y guionista neozelandés, una perfecta manera de representar esa penetración cultural, en esta conquista del poder cultural como previo al dominio (en este caso principalmente económico). El capitalismo (bajo distintas investiduras) como institución, como control, como apreciación interior, como naturalización, como relación social de poder, como configuración ideológica, como forma de vida, como cultura…porque algunas de las primeras palabras que asoman de la boca de Will al iniciar la película fueron “Las cosas son como son…”.