miércoles, 30 de noviembre de 2016

In Time y la disciplina cultural: corre, Will, corre


- ¿Si tuvieras tanto tiempo como yo en ese reloj qué harías con él?
- Dejaría de mirarlo.

En el ocaso de las infinidades de críticas que puede despertar In Time (una crítica al sistema capitalista, al funcionamiento de una sociedad sin intervención estatal bajo las reglas del libre mercado, la crudeza de mostrar la inmediata relación de la mortalidad con el sistema, etcétera), estimuló mi entera curiosidad el rompimiento netamente metafórico. Es en este espacio audiovisual donde Andrew Niccol nos remite a una sociedad futurista (¿Qué tan futurista?) donde el tiempo se ha convertido en la nueva moneda. Y es en este mismo provocador juego de metáforas donde aparece un lúcido y audaz retrato de la disciplina cultural en una expresión clara y concisa (“disciplina” no en términos estrictamente foucaulteanos). Los ciudadanos corren para no “desperdiciar” el tiempo, porque el tiempo vale oro. Es decir, la concepción de un determinado sistema estructural ha penetrado en sus cuerpos. 
El film hace referencia constante a un sistema que ha prevalecido y consigue un predominio contemporáneo aunque pueda “evolucionar” y disfrazarse bajo distintas mantas morfológicas: el sistema capitalista. Pero es una crítica estéticamente brillante que rompe con el mito (hasta ingenuo….pero no inocente) del capitalismo como un puro sistema económico. El mensaje de In Time que se pretende demostrar es que la dominación económica siempre es posible porque existe una dominación cultural. Es decir, Will Salas no sabe por qué tiene que sobrevivir, pero sí sabe cómo: correr. Ese paso acelerado, esa masa sinfónica representa la impregnación de un sistema-culturaSi el régimen existe es debido a que los ciudadanos están en un constante movimiento para la capitalización de su accionar, la maximización de la productividad; si no trabajas no eres productivo, si no eres productivo no obtienes tiempo, si no obtienes tiempo: mueres. Un sistema que ha tomado a los individuos como propiedades y que se deshace de aquellos en base a sus condiciones útiles (un detalle manifestado de manera continua en la película). Son cuerpos moldeados en una relación de docilidad-utilidad.
Andrew, hábilmente nos muestra un “producto terminado” en la pelea por la formación de un ser cultural, un rol incesante de distintos dispositivos culturales –“aparatos de hegemonía” en términos gramscianos, como lo son el aparato educativo, los medios masivos de comunicación: radio, cine, televisión, internet, entre otros- en un intento de traspaso de una ideología determinada en cultura, un constante intento en la formación, conquista y construcción de la subjetividad de los individuos. Un poder hegemónico que determine las prácticas sociales, que regule las manifestaciones: “generalmente no te levantas tarde”, mirar el reloj a cada instante, porque la cultura también es la naturalización de las prácticas socialmente construidas. No es inocente por parte de Niccol poner en voz del personaje principal -en su encuentro con el sujeto que luego le cederá su tiempo- que lo hizo “tomar conciencia”. Porque las bases de un sistema capitalista parten de una penetración cultural, entra en juego una retroalimentación y  una dialéctica que asumen al hombre como lo que construye a la cultura, o la cultura como aquella que construye al hombre, la cultura entendida en parámetros de Antonio Gramsci como organización, disciplina del Yo interior, apoderamiento de la personalidad propiaconquista de superior conciencia por la cual se llega a comprender el valor histórico que uno tiene, su función en la vida, sus derechos y sus deberes [i]. Un sistema de concepciones expresadas en formas simbólicas por medio de las cuales la gente se comunica, perpetúa y desarrolla su conocimiento sobre las actitudes hacia la vida[ii]. Es una noción de codificación cultural, un interpretar y actuar bajo los estándares socialmente constituidos, y sobre todo, socialmente -o institucionalmente- valorados. Porque su correr “es un hábito muy difícil de cambiar” dijo el guardián del tiempo.
La significación social de un correr que se ha vuelto parte de su vivir (literalmente), ese correr que significa un marco de inteligibilidad propia, una concepción del mundo. Una hegemonía cultural que ha permitido la legitimación de la fórmula tiempo=dinero=vida. Una dominación simbólica-cultural, que se traduce a una  dominación económica, social, política, ideológica, etc. Un sistema-cultura que ha introducido un reloj biológico en el interior de todos que permite una autodisciplina, un gobierno de sí, porque no necesitan de fuerza coercitiva alguna, ellos “funcionan solos”. En In Time se expresa visiblemente el control corporal pero también se parte de la “necesidad” del sistema de una constante dominación abominable, una gobernabilidad del alma, que se apodera del individuo, que le dice cómo actuar, pensar y sentir, cuáles son sus mayores anhelos (“Sólo quiero despertar con más tiempo en mis manos que horas del día”), bajo qué matriz de pensamiento asimilarse, sus esquemas de referencia, forjando así una simetría entre los intentos de los individuos de hacer una vida provechosa para sí mismos, y los valores políticos de consumo, beneficio, eficiencia y orden social[iii], una construcción de un horizonte a futuro de una universalidad social determinada. Hegemonía como cosmovisión general, como construcción de un consenso bajo el orden que impone un grupo. Construir la voluntad general en base a una voluntad particular (Aquellos personajes que se alojaban en un lugar remoto donde se debían traspasar varias zonas horarias para acudir).
Percatamos en este retrato de materialización cultural que nos enseña el director, productor y guionista neozelandés, una perfecta manera de representar esa penetración cultural, en esta conquista del poder cultural como previo al dominio (en este caso principalmente económico). El capitalismo (bajo distintas investiduras) como institución, como control, como apreciación interior, como naturalización, como relación social de poder, como configuración ideológica, como forma de vida, como cultura…porque algunas de las primeras palabras que asoman de la boca de Will al iniciar la película fueron “Las cosas son como son…”.



[i] Gramsci, A. Antología: selección, traducción y notas de Manuel Sacristán.
[ii] Geertz, C. La interpretación de las culturas.
[iii] Rose, N. El gobierno del alma: la formación del yo privado.


lunes, 28 de noviembre de 2016

In Time: vivir nos cuesta la vida

No tengo tiempo. No tengo tiempo para preocuparme cómo pasó. Así son las cosas. Estamos diseñados genéticamente para dejar de envejecer a los 25. El problema es que vivimos solo un año más, a menos que consigamos más tiempo. Ahora el tiempo es la moneda, lo ganamos y lo gastamos. Los ricos viven para siempre y los demás…Solo quisiera despertar con más tiempo en mis manos que horas en el día”, dice el protagonista de In Time al inicio de la película.
“El precio del mañana”, según su versión para Latinoamérica, es una película de ciencia ficción, futurista, distópica, escrita y dirigida por el gran Andrew Niccol, quien afortunadamente ya nos tiene acostumbrados a películas de este estilo.
A primera vista parece ser una gran obra que se presenta como crítica al sistema capitalista, aunque en cuanto nos ponemos un poco más exigentes podríamos afirmar que es un diagnóstico un tanto reduccionista de la sociedad actual y una solución demasiado simplista, dejándonos gusto a poco desde una mirada posicionada en la crítica socio-cultural.
Hechas las aclaraciones pertinentes, y autolimitándonos en las temáticas a encarar, nos centraremos en tres grandes asuntos: la desigualdad de oportunidades de origen, el consumismo en una sociedad capitalista, y el sistema como mecanismo de control social y garante del statu quo. Comencemos…
¿Se puede elegir dónde nacer?. No. ¿Es lo mismo nacer en el Gueto o en New Greenwich?. No. ¿Los que nacen tienen alguna responsabilidad para determinar dónde nacen?. No. ¿Hay diferencia entre nacer en un lado o el otro?. Sí, claramente. Y por eso el sistema es, en sí mismo, injusto. Unos viven al día, casi suplicando no morir minuto a minuto. Otros, viven una vida llena de lujos. Y como dice el rico suicida: “Para que algunos sean inmortales muchos deben morir… Si todos vivieran para siempre, ¿dónde los pondríamos?. ¿Por qué crees que hay zonas horarias? ¿Por qué crees que los precios suben todos los días en el gueto? Los costos de vida aumentan para que las personas sigan muriendo. ¿Hombres con un millón de años mientras que la mayoría vive al día? La verdad es que hay más que suficiente, nadie tiene que morir antes de tiempo”.
La famosa máxima “time is money” se hace realidad, y el tiempo es la moneda, el dinero, el nuevo valor de cambio. Karl Marx decía que el rasgo particular de la sociedad capitalista es que en ella la fuerza de trabajo es también una mercancía. En In Time, el tiempo de vida, la vida misma, es mercancía. En vez de dedicar tiempo a trabajar para ganar dinero y poder consumir, se dedica tiempo a trabajar para ganar tiempo y poder consumir(¿se?). El consumo (del tiempo) es inevitable, inexorable. Vivir nos cuesta la vida. Este capitalismo líquido radicaliza, aunque no necesita esforzarse mucho, lo que tan bien explican Zygmunt Bauman (modernidad líquida y consumismo) e Ignacio Lewkowicz (tiempos de fluidez y consumidores), entre tantos otros. Y agrego: el pensador argentino nos invita a “pensar sin estado”, algo que se lleva al extremo en la película. Lo estatal se manifiesta en los guardianes del tiempo, mientras que el Mercado maneja la vida de las personas, y por eso la fluidez, la liquidez, los consumidores…
El salario que se le paga a un trabajador en nuestras sociedades cumple la función de permitirle recuperar energías para seguir trabajando: alimentarse y descansar (y aparece en escena la plusvalía). En In Time se paga con tiempo, pero cumple la misma función. Tiempo para comprar comida, tiempo para poder descansar y dormir. Y seguir trabajando. Y así. ¿O acaso en qué se consume mayormente el tiempo del pueblo trabajador si no es en trabajar, comer y dormir?.
El nacer en un lugar u otro implica una desigualdad de oportunidades de origen, previa a todo esfuerzo posible, a todo mérito que se quiera exigir. Y, para asegurarse que todo siga igual, el sistema se encarga de mantener el orden vigente a través de reglas de juego claras que no hay que andar modificando. Existe una desigualdad de origen que se transforma en desigualdad de acceso. Existen barreras económicas, físicas, llamadas peajes. Son infranqueables. El ascenso social, si bien no está prohibido explícitamente, es imposible ipso facto. Excepto que haya un error en la Matrix. Que un rico, asqueado, saturado, baje a los suburbios, regale todo su tiempo-dinero, y se suicide. Y que ese tiempo-dinero caiga en las manos de alguien dispuesto a hacer algo con eso, con toda una historia familiar detrás. “Sí, se puede”, dirán algunos, colaborando a construir un sentido común meritocrático donde la excepción jamás será regla, colaborando al control social manteniendo el statu quo que beneficia a unos pocos en detrimento de muchos.
Will Salas dice: “nadie tiene culpa de nacer donde nace”. Ni unos ni otros. De ambos lados de la grieta, que la hay y profundamente marcada, nadie elige desde dónde empezar. Pero sí hay posibilidades, mínimas, situadas, de hacer algo. Sylvia Weis es la representante de la clase privilegiada tomando conciencia de la situación y pasando a la praxis. Su padre, en cambio, celebra el capitalismo darwiniano donde sobreviven los más poderosos y mueren los más vulnerables. Cultura del descarte, diría el Papa Francisco.
¿Cómo hace el sistema para mantener las desigualdades?. Se controlan los flujos de tiempo, se aumentan los precios e impuestos, se dan préstamos y suben las tasas de interés, se eleva el valor de los peajes para segregar y, de ser necesario, aparece en escena la fuerza represiva. Porque un pobre con dinero es culpable hasta que se demuestre lo contrario, pero nunca se cuestiona el origen de la riqueza en las clases privilegiadas.
Que la solución sean dos Robin Hood del futuro, parece simplista. “¿Es robar lo que ya fue robado?”, repiten en la película. Sin llegar a los cien años de perdón, se deja entrever cierta idea de destino universal de los bienes. La seguridad jurídica reclamada desde arriba implica mantener el actual estado de cosas, este orden arbitrario, modificable, que se nos presenta como natural. “No tengo tiempo para preocuparme cómo pasó. Así son las cosas”. Y quizás lo más terrible del sistema es, en palabras del protagonista, que el pobre muere y el rico no vive”.

sábado, 26 de noviembre de 2016

Cine y Crítica Socio-Cultural



El cine resplandece como preludio del entretenimiento. Cada película se presenta ante la expectativa contemplación de nuestros ojos como un mundo que precisa ser descubierto y suscita a la propagación de diversas emociones: nos provoca llanto, risas, lamentos, odio, angustia, etc.
Pero, ¿qué puede generar la repetición constante de escenas determinadas? ¿Qué puede representar la repetición de determinados estereotipos físicos? ¿Son los países o sus pobladores tal como lo reflejan la cantidad significativa de películas taquilleras? ¿Qué puede generar en el espectador que el “destino” del personaje principal radique en las elecciones y aptitudes individuales? ¿Qué puede generar la repetición de escenas como la ingesta de psicofármacos, la persistente compra de mercancías, etc.? Slavoj Žižek dijo que “el cine es la más perversa de las artes, no te da qué desear, te dice cómo desear”. El cine parece haberse revestido en una manta de entretenimiento afectiva pero, a su vez, también parece representar un trasfondo de intereses no visiblemente aprensibles; metáforas y representaciones simbólicas investidas y recubiertas por una ideología que constituye intereses particulares. Dijo Antonio Gramsci que “la conquista del poder cultural es previa a la del poder político y esto se logra mediante la acción concertada de los intelectuales llamados "orgánicos" infiltrados en todos los medios de comunicación, expresión y universitarios”. Es así que el cine sirve como herramienta en la construcción de un mapa cultural. 
En este blog nos proponemos intentar representar –con los riesgos que esto conlleva- a la otra cara de esta especie de “doble naturaleza” del cine; porque puede ser instrumento de reproducción a través de la repetición discursiva, pero a su vez, -al igual que centenares de libros y otros medios- a partir de la manifestación de simbolismos y metáforas, permite nuevas formas de lecturas, la reconstrucción de un nuevo marco de auto-reflexión, nuevo horizonte de inteligibilidad. Que nos sirva de ejemplo una película de ciencia ficción, ella permite plantearnos interrogantes, ya que deconstruye lo que llamamos nuestro “mundo real”, actual. Nos desestructura, nos provoca, nos inquiere, nos moviliza, nos alerta, nos zarandea, nos desacomoda, nos sacude, nos deja pensando…porque el cine también da cuenta de elementos que pueden servir como herramientas de crítica para aspectos que han sido objeto de reificación, de naturalización, elementos que ceden a una crítica socio-cultural. También fue Žižek quien dijo que “se puede aprender más de una ´buena´ (en términos representativos) película de Hollywood que de un análisis sociológico profundo de nuestras sociedades”.

viernes, 24 de julio de 2015

Presentación



Este blog nace de las ganas que tenemos por compartir con vos, lector, las series y películas que nos gustan. Y no nos limitaremos a dar nombres o sugerencias, sino que intentaremos hacer un breve análisis, algún comentario u opinión.
Lo que queremos dejar aclarado de entrada, en esta entrada, es que no nos dedicaremos a escribir artículos para cinéfilos. No somos especialistas y nuestro interés, claramente, pasa por otro lado.
La invitación es a leer, mirar y comentar. En el orden que quieras. Al fin y al cabo, lo importante es compartir.